Historia

Fría, reservada y afilada como una flecha, Gina no es conocida por su calidez. Como líder de una notoria compañía de mercenarios, inspira miedo y respeto a partes iguales. Pocos se atreven a acercarse a ella con indiferencia, y aún menos abandonan la conversación sin sentir que acaban de enfrentarse a una tormenta que solo la disciplina controla.

La reputación de Gina en el campo de batalla es brutal y precisa. Su maestría con el arco es inigualable, y sus flechas explosivas devastan las líneas enemigas. Implacable en su estrategia, lidera con una eficiencia implacable, favoreciendo tácticas de guerrilla que atacan desde múltiples frentes y siembran la confusión incluso en los ejércitos más organizados. "Más te vale rezar para que se quede de nuestro lado", murmura Sergey, haciéndose eco de un temor compartido por muchos comandantes.

En un mundo donde los mercenarios suelen ser vistos como matones a sueldo —escandalosos, codiciosos e indisciplinados—, el grupo de Gina, conocido como las Águilas, destaca. Entrenados con el rigor de las unidades militares de élite, su equipo sigue un código estricto: «La disciplina hace la fuerza». Muchos de ellos son huérfanos o marginados, y varios fueron salvados por la propia Gina. Mediante un liderazgo estricto y una estructura inquebrantable, los convirtió en algo más que simples espadas a sueldo: una fuerza de estabilidad donde antes reinaba el caos.

Sus estrictos principios no nacieron de la ambición, sino del arrepentimiento. Al principio de su carrera, Gina participó en un asedio a una ciudad que terminó en tragedia. Aunque su papel había sido asegurar la victoria, lo que siguió —la masacre de sobrevivientes inocentes— la atormentó profundamente. Se dijo a sí misma que era "solo un contrato", pero las imágenes nunca se desvanecieron. Desde ese día, Gina juró que sus espadas nunca volverían a dirigirse contra los indefensos.

Sin embargo, bajo su duro caparazón se esconde una verdad más silenciosa. A pesar de su reputación, Gina tiene un lado tierno que solo conocen unos pocos de confianza. Patrick una vez dejó escapar su afición por los peluches y los postres dulces, una revelación que le valió una larga y silenciosa mirada y una lección urgente de secretismo. Pero en esos raros momentos de ternura, queda claro: la fuerza de Gina no proviene de ser cruel. Proviene de tener un corazón que ha tenido que proteger en un mundo que rara vez perdona la compasión.